Se podría pensar que la Torá es una guía “religiosa”, que solo describe cómo relacionarnos con Hashem, pero sabemos que la Torá establece también leyes sociales y monetarias.
Las leyes tienen una base común: no dañar a los demás.
Una persona se acerca a Hilel con un pedido que parece imposible: que le enseñe toda la gran sabiduría de la Torá, en unos minutos, mientras se para en un pie.
Y la respuesta del gran sabio Hilel es: “Lo que no quieres que te hagan a ti, no hagas a los demás. El resto, anda y estúdialo”. En esa expresión, no dañar a los demás, está concentrada toda la Torá − y los detalles, estúdialos.
¿Es ésta, una idea que él no conocía? ¡No dañar al prójimo contiene una lógica universal, es el sentido común!
La guemará dice que estas mitzvot denominadas mishpatim, son mitzvot que se podrían deducir, sin que la Torá las enseñe. ¿Cómo puede Hilel decir que esa es toda la Torá?
Esta pregunta es básica: Si los mishpatim son lógicos ¿por qué son mitzvot ordenadas por la Torá?
Todos saben que no es correcto dañar a los demás. Sentir disgusto por una actitud desconsiderada hacia otro, es un sentimiento común. Sin embargo, cuando se trata de nosotros mismos, podemos lastimar a alguien y ni siquiera darnos cuenta. Los intereses personales nos opacan la vista y nos impiden ver lo que no nos conviene.
Para que el ser humano sea considerado con los demás, debe estar obligado a serlo. No es suficiente confiar en su buena voluntad.
La enseñanza de la Torá no se refiere a que sea malo dañar al otro, eso lo sabemos solos. La enseñanza que nos entrega es que esa idea es Torá, es una horaá– una obligación.
La presión constructiva producida por la obligación, nos permite abrir los ojos y ver a los demás.