Por Rav Igal Snertz
El metzorá tuvo que apartarse de la sociedad, como consecuencia de su comportamiento. ¿Qué necesita aprender y reparar para ser apto, para ser parte integral de la sociedad?
En el proceso de purificación se usan elementos opuestos:
Tiene que traer dos aves: una se sacrifica y la otra, se libera. La muerte por un lado y la libertad, por el otro.
Trae también dos ramas: una de cedro (el árbol más alto) y una de musgo (el arbusto más bajo).
Se mezcla la sangre del ave muerta, junto con lo que la Torá llama “aguas vivas”.
¿Qué simbolizan esas “contradicciones”?
Hay momentos para todo, dice Shlomó Hamélej, en Kohelet. Alcanzar el punto medio en las midot, significa tener habilidades emocionales opuestas y saber usarlas, en el momento adecuado.
Se necesita la fuerza de “matar” y oprimir las inclinaciones animales, cuando se despiertan los malos instintos. Pero también hay que saber liberarlas, en el momento y en la forma correcta.
Si nadie asume la responsabilidad y todos se sienten incapaces de mejorar la situación, es el momento de ser altanero, como un cedro, y luchar.
Pero cuando hay que aceptar las limitaciones propias, conocer cuál es nuestro lugar, hay que bajar la cabeza, como un musgo, y ser humilde.
La sangre se mezcla con la vida del agua, y todo junto se salpica sobre el metzorá, para que sepa ser equilibrado.
Para ser parte de la sociedad, hay que aprender a equilibrar.