Por Rav Igal Snertz
שְׂאוּ אֶת רֹאשׁ כָּל עֲדַת בְּנֵי יִשְׂרָאֵל לְמִשְׁפְּחֹתָם לְבֵית אֲבֹתָם בְּמִסְפַּר שֵׁמוֹת
Si traducimos literalmente el lenguaje que usó la Torá, para describir la forma en que el pueblo judío fue contado, diríamos “con el número de sus nombres”.
Esta expresión parece tener una contradicción interna:
El nombre de la persona simboliza su identidad individual. Un número, en cambio, simboliza que la persona es solo una más y su único valor, es para sumarlo al total.
¿Somos solo un numero dentro de Am Israel o tenemos nombre e identidad propia?
Existen dos necesidades emocionales contradictorias:
Necesitamos ser parte de un todo: necesitamos pertenecer. Pero también necesitamos sentir que tenemos valor propio, que no somos uno más.
¿Cómo se puede satisfacer la necesidad de pertenecer, y al mismo tiempo sentirse único?
Cada persona tiene una misión específica, en la humanidad y en la historia. Nadie ha tenido, o tendrá, las mismas capacidades ni enfrentará los mismos desafíos.
Sin embargo, el trabajo único del individuo no es completo. Es una unidad que se suma a la misión del resto de la humanidad, para llegar juntos al tikún olam.
Cada uno de nosotros tiene “un nombre”, importante e irremplazable. Pero también somos un “numero”, porque tenemos que sumar nuestro esfuerzo al trabajo del resto. Esta combinación satisface las dos necesidades emocionales básicas, sentirse parte y sentirse valioso.
Eres único, pero no estás solo.