Por Iojanan Golocovsky, avrej del kolel Efshar Letakén, de Jerusalem
Preguntar sobre supuestos no tiene mucho sentido. Lógicamente, nunca podríamos saber la respuesta. Pese a ello, es intrigante pensar qué hubiese pasado si Dios elegía la respuesta menos conveniente para el pueblo de Israel ante la “propuesta/amenaza” de Moshé rabeinu. “Y ahora, si perdonas su pecado… pero si no, bórrame ahora de tu libro que escribiste” (vers. 32:32), propuso.
Moshé acaba de sugerirle a Dios que tiene dos opciones: o sigue todo como hasta entonces o él deja de ser parte de la historia eterna. El pueblo de Israel, luego de ser testigo de la presencia de Hashem en el monte Sinai, comete el pecado de idolatrar a un becerro de oro. Los comentaristas nos aclaran que, en realidad, fue apenas un puñado de personas quienes lo hicieron. Incluso, que su verdadera intención era tener un nuevo líder, ya que creían que Moshé no volvería. “Tu pueblo que hiciste subir de la tierra de Mitzraim se ha corrompido” (vers. 32:7), indica la Tora.
La pregunta surge inmediatamente: ¿Por qué Moshé se arriesgó a que Hashem elija la opción de borrarlo también a él de su libro sabiendo que era la pieza fundamental? Para responderla primero habría que definir qué significa ser un líder.
Para ser un verdadero líder judío, antes que nada, hay que tener una cualidad: perseguir la verdad, sin importar las consecuencias.
Moshé rabeinu tenía bien claro que desde que Hashem lo eligió para ser quien lidere a este pueblo “de cabeza dura” ya no podría desligarse de ese rol. Su imagen se volvió tan importante que incluso quienes se equivocaron y pecaron con el becerro lo hicieron con la intención de tener un nuevo guía. Alguien que los acerque a Dios, tal como explican los comentaristas.
Por lo tanto, si entendemos que la función de Moshé no podría ser realizada por nadie más, debemos decir que, en realidad, nunca existió la posibilidad de que Hashem no aceptara su pedido. Para ser un verdadero líder una persona debe despojarse de toda búsqueda de beneficio personal y, por sobre todas las cosas, perseguir la verdad. Moshé emet vetorato emet. Moshé y la Torá son verdaderas, por ello no estar en su libro, no era una opción. Imaginar que la respuesta de Dios hubiese sido otra no tiene sentido.